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Adán Augusto: el eslabón incómodo de la 4T

Por: Benjamín Ustoa

En política, los silencios son a veces más estruendosos que las declaraciones. Eso ocurre hoy con Adán Augusto López Hernández, una de las figuras más cercanas al presidente López Obrador, y quien ahora se encuentra en el centro de una tormenta que no solo lo expone a él, sino que amenaza con erosionar los pilares discursivos de la Cuarta Transformación.

La revelación de los presuntos vínculos de su exsecretario de Seguridad Pública en Tabasco, Hernán Bermúdez Requena —acusado de ser parte de una estructura criminal vinculada con el narcotráfico— no es un escándalo cualquiera. No es menor que quien fue su mano derecha en materia de seguridad esté hoy prófugo, con ficha roja de Interpol, señalado por la DEA y con nexos con grupos delictivos que operan en el sureste del país.

Ante esto, el coordinador de los senadores de Morena ha optado por un tono de defensa legalista, pero sin asumir una verdadera responsabilidad política. “Estoy a disposición de las autoridades”, ha dicho. Pero no basta. Si en algo ha insistido el movimiento del cual forma parte es en el valor de la honestidad, la rendición de cuentas y el combate frontal a la corrupción. Hoy, sus propias omisiones y decisiones como gobernador de Tabasco comprometen ese discurso.

Adán Augusto no es un personaje menor. Fue secretario de Gobernación, es operador político de alto perfil y fue considerado uno de los presidenciables. Su cercanía con el presidente lo convirtió en un símbolo del relevo generacional dentro de Morena. Por eso este caso no solo le pega a su figura; salpica al movimiento entero.

En términos estratégicos, el silencio prolongado de Adán y la tardía reacción del partido reflejan una vieja práctica que el lopezobradorismo prometió desterrar: la impunidad de los aliados. Mientras tanto, el mensaje hacia la ciudadanía es preocupante: ¿realmente hay voluntad de deslindarse de prácticas del pasado o todo se vale si se trata de “los nuestros”?

La presidenta Claudia Sheinbaum ha actuado con cautela, aunque ya sugirió públicamente que el senador debe dar explicaciones. Es una señal clara: hay consciencia de que no actuar con firmeza puede dejar una mancha duradera en el proyecto político de la 4T.

En un país lacerado por la violencia, la corrupción y la colusión entre autoridades y crimen organizado, este caso no puede resolverse con declaraciones administrativas. Morena se juega no solo la reputación, sino su legitimidad como fuerza que prometió hacer las cosas de manera distinta. Y si Adán Augusto no da un paso al frente para aclarar, explicar y —si corresponde— asumir responsabilidades, alguien más deberá exigirle que lo haga.

Porque en política, el silencio también es una forma de hablar. Y hoy, el de Adán grita demasiado.

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